Imaginemos que estamos en una tienda de ropa y que sólo nos dedicamos a mirar. No hemos comprado nada, pero al abandonar el establecimiento, saltan los detectores de la puerta. Empiezan a pitar altísimo, un sonido molesto, nos sobresaltamos.
La persona responsable de la seguridad se nos acerca y nos pide registrar nuestra mochila, bolso, etc. Claramente aceptamos sin problema, porque somos conscientes de que nos hemos limitado a mirar, no hay motivo por el que alterarse ni estar alerta, mucho menos tener miedo: no llevamos nada encima, no hemos robado nada y lo sabemos.
Claramente, esto es una metáfora.
Me pregunto por qué razón un hombre que no ejerce machismo ni ninguna forma de violencia contra las mujeres de forma deliberada, se sentiría ofendido por el discurso feminista. Me pregunto por qué un hombre que no ha violado ni piensa violar a una mujer, se sentiría ofendido tras las protestas feministas y el “hermana, yo sí te creo” derivadas del caso de La Manada.
Este es el efecto de ser personas socializadas en el patriarcado. El hecho de no poder cuestionar actitudes machistas significa no poder cuestionar a los hombres, que son quienes más las ejercen justo por eso mismo, por ser educados en una sociedad machista. Tal vez algo esté resonando.
“No todos los hombres…”
Pero sí todas las mujeres.
Curioso.
Para saber más: "No manipuléis el feminismo", de Ana Bernal Triviño.
Entrada elaborada por Demel - 1º TIGE
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